agosto 07, 2012

Epopeya Cañetana I

El otro  ía  conversando con  mi amigo Armando  (aka Chilalo), vinieron a  la memoria algunos etílicos recuerdos post-colegio, de los que fuimos entusiastas y asiduos protagonistas.

Se que mis amigos Miguel (Pocho), y Guillermo (Abuelo), se acordaran del whisky boliviano marca “Bellows”, con el que chupábamos cuando se podía. Era caro, casi 100 soles o alrededor de 2 dólares y pico!
Si no, también estaba el  “Coñac Gran Marsella – 3 estrellas” . Este lo vendían en San Eugenio como a  30 soles cuando el dólar estaba a 45 soles.
También estaba el “conejito” que era un liquido lechoso. Tomaba ese color al mezclar anisado con agua, Ojo que digo anisado, y no anís.
Porque hay una gran diferencia. (Como de 300 soles en esa época). Es un milagro que nos hayan quedado neuronas utilizables…  
Ya se imaginan la resaca… Y hablando de resacas;

Armando me pidió que recordara aquella vez en Cañete cuando él, Pocho y yo, fuimos a visitar a Lauri, la hermana de Miguel. En realidad íbamos a ver a su cuñado Lucho, medico que opinaba que el alcohol puede curar la mayoría de las enfermedades o por lo menos que uno se olvide que las tiene.

Bueno, el asunto fue que llegamos a media mañana y Lucho empezó a servir pisco puro en jarrita, pero a velocidad de cerveza. No crean que era un vasito, y salud y conversar!
Noooo, Lucho no entraba en huevadas, a cada uno su vaso grande y atento a llenarlo apenas bajaba el nivel aunque fuera un par de micras. Que bestia!

Esto era para darnos la bienvenida y calentar el cuerpo mientras esperábamos que empezara una “chuscada” en la casa del vecino. Una “chuscada” es una pelea de gallos sin navaja y solo a ver quien pega mas fuerte, es decir, no hay muertos entre los gallos, mas no así entre los asistentes, porque la consigna parece ser chupar hasta morir. 

Después de los primeros topetazos, cervecitas, vinos de chacra y un pisco rose del cual 40 años después todavía recuerdo con escalofríos el olor,  calculo que estuve como una media hora mas entre Pisco y Nazca, y como siempre, fui el primero en doblar el pico y terminar durmiendo en el muro limítrofe entre la casa del vecino y la de Laura.  Aun era de día, pero ya tardecito, como 6:30 mas o menos.
Yo siempre tuve el gaznate amplio…

Finalmente las almas caritativas de Laura (y alguien mas, pero no me acuerdo quien) me tiraron a un colchón.  Entre los vapores y brumas recuerdo algunos “slides” mentales, uno de los cuales es el dolor de cabeza mas grande que haya tenido en mi vida!

Y eso que yo me he caído de un segundo piso, me he volteado en auto, me he chocado de frente, y de costado, caí también a una piscina sin agua  (sobrio)... amen de otras peripecias en las cuales mi torpeza y mi inconsciencia jugaron papeles preponderantes. La verdad, pensé que me moría. 

Felizmente, me tome todos los Darvon del botiquín y eso aminoro un poco la oleada de sufrimiento.  Por alguna misteriosa razón, me vino a la memoria nuestro compañero de colegio Roger, quien sabe por sus “Heraldos Negros” que me los aprendí de memoria debido a que los recitaba cada puta vez que había algún evento en el colegio. Eso y el chino Chen con su violín…
Esa parte que dice:

“golpes como el odio de Dios,
como si la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma, yo no se…”

Palabra clave: resaca. Por lo menos puedo decir que sufrí igualito que Cesar Vallejo esa noche.

Después de mi, cayo Armando, y como a la media noche, cuando yo me despertaba, cayo Pocho. No crean que es ningún merito porque la verdad es que Pocho era un artista para amarrar trago. Como a las 3 de la mañana se despertó Armando con el consiguiente dolor mitral. Lo malo es que ya no habían ni Mejoralitos, y para colmo no había agua!

Mientras tanto Don Pocho estaba tirado en el piso usando el  colchón de almohada.
La casa de Laura quedaba frente al hospital de Cañete, así que fuimos a pedirles agua: Nos mandaron a la mierda, a lo cual respondimos educadamente con unos cuantos jijuna gramputas y conchetumadres, como corresponde a dos borrachos que se respeten. Finalmente descubrimos un caño en el jardín y poco falto para que nos bañáramos en un lodazal de barro y geranios destrozados. Que delicia!

Bueno, ya mas calmados regresamos a la casa, dimos una vuelta (en el carro de Miguel, por supuesto) por todas las haciendas y fundos contiguos y solo la debilidad de cuerpo impidió que llenáramos el auto con costales de algodón cosechado. Bueno eso y que el algodón no se toma ni se come.  Querido Miguel, me acabo de dar cuenta que nunca supiste que nos habíamos robado tu carro, pero tranquilo, que el que manejaba era Armando, que solo se choca de costado…
Nos sentamos como quien dice a esperar el amanecer, en el cual el arcángel San Miguel se despertaría, para verle la carita cuando le doliera la cabeza.

Nuestra paciencia tuvo sus frutos:

Ha quedado grabado en mi memoria el rictus dantesco de Miguelito cuando se despertó y vio a dos cojudos delante de el cagándose de risa, mientras que a el se le caían trozos de cráneo! Les juro que le tomo como 5 minutos salir del estado semi-comatoso en que se encontraba y darse cuenta de lo que estaba pasando.  

Eso es lo que yo llamo un recuerdo “Mastercard”: Priceless !!!

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