noviembre 06, 2015

Así Que Esto Es


Me sentía como si estuviera conduciendo hacia este lugar que yo tenía en mi mente desde hace mucho, mucho tiempo y el camino parecía interminable. A veces me encantaba y otras lo odiaba. En algunas partes parecía inútil seguir, pero no había forma de volver. De repente, un leve giro a la derecha y allí estaba. Me golpeó tan de repente que por un minuto no me di cuenta que el viaje había terminado. No hay más sorpresas, no más ¿ya llegamos?, no más expectativas, no más de nada.

Así que esto es. No lo esperaba como llegó. Pensé que sería diferente, que mas bien llegaría gradual y suavemente, casi como cuando se ve un amanecer desde una noche cerrada, en que uno puede apreciar y sentir todos los matices y colores cambiando y disfrutando cada momento o cuando se llega a una ciudad de noche donde las luces y el movimiento van apareciendo de a pocos.

No lo sé. No puedo decir que no estaba preparado ni que no lo presentía. Pero fue como cuando a uno le comunican la muerte de un ser querido o al descubrir repentinamente que uno está enamorado. De golpe. De un momento a otro todo es diferente y la vida cambiará sin opción de retorno y que no hay más remedio que aceptarlo y seguir adelante.

Me parece que mi error fue visualizarlo como si fuera una película en la que el protagonista era yo. Al salir de una buena película uno escucha comentarios como “¡Que realista!”, “¡Sentí que estaba allí!”, “¡Esto sí que es real! ¡Qué buena película!”, “Podía sentir lo que estaba pasando. ¡Increíble!” y comentarios por el estilo.

Esa es la magia de las películas. El propósito es siempre olvidar la realidad y convertir una ilusión en cierta. Pero no es verdad, ni siquiera se acerca a la vida real.

Uno no siente el calor de la selva, ni las esquirlas de metralla o la lluvia que parece cubrirlo todo. Peor aún, no tenemos cáncer o nuestro mejor amigo no es un asesino en serie.

Desde la comodidad de la butaca de mi vida, lo miraba como un espectador relativamente involucrado, pero sin comprometerme en absoluto.

Y hoy, al subir las escaleras de mi casa, me percaté que lo hacía más lentamente que de costumbre. O por lo menos eso creí. Y fue en ese preciso instante que me di cuenta que había llegado a mi destino.

Soy consciente y oficialmente viejo.

La realidad era que yo era más lento que la última vez que pensé en ello. Al parecer, eso fue hace mucho tiempo. Recordé que desde hace varios meses me estaba moviendo a ese ritmo y pensaba que simplemente no tenía ganas de hacerlo más rápido. Mi mente me decía que podía hacerlo, pero que no valía la pena.

Es curioso cómo suceden las cosas. Seguí esperando todo el día poder hacer actividades casi tan bien como hace unos años. Cálculos mentales, conducir automóviles, caminar normalmente, leer rápidamente, recordar los acontecimientos recientes y muchas otras cosas de todos los días. No pude.

Mi esposa solía preguntarme algo así como "¿Cuánto es quince por ciento de trescientos?" Respondía en un segundo: cuarenta y cinco. Al leer un párrafo entendía la idea de inmediato.

Últimamente había empezado a necesitar un poco más de tiempo con los números, o releer el párrafo "sólo para estar seguro" y pensaba que era legítimo pasar por un proceso muy gradual y lento de concesiones al envejecimiento. Sin embargo, la mente me juega muchos trucos. Imperceptiblemente me adapté a los cambios leves y me decía - No te preocupes, que va a estar bien, dejalo ir esta vez - De repente me di cuenta de que no iba a ser "sólo por esta vez". Será más como "de ahora en adelante...”

Abrupta y duramente me di cuenta que la cabeza le juega a uno la mala pasada de adaptarse imperceptiblemente a los ligeros cambios en todos los aspectos y uno no se da cuenta hasta que ya es tarde.

Entiendo hoy que he llegado a mi vejez. No hay duda de eso. La vida ha sido buena conmigo y le he chupado hasta la última gota de aliento.

Amé mucho, sufrí mucho, disfruté mucho, comí mucho y bebí mucho. Hice de todo mucho. Todo era una exageración en mi manera de vivir. Equilibrio, serenidad y control eran sólo eso: palabras. Loco y apasionado, no me arrepiento de ello. En realidad, estoy agradecido.


Tengo muchísimas cicatrices y heridas abiertas, pero cada una tiene una memoria que hace que valga la pena. Pertenezco a la especie de kamikazes que van por la vida sin condón.

Sin embargo, todavía tengo tantos sueños y planes que me pregunto si con la edad también he llegado a la locura. Quiero ser un escritor, estoy empezando una nueva carrera, quiero viajar por todas partes, disfrutar de mis nietas y mis seres queridos de una manera que sólo puede llamarse egoísta.

Supongo que voy a salir a la carretera de nuevo. Ahora que sé que soy viejo no va a ser como era antes. Hay dos cambios. En primer lugar, será exactamente lo contrario de lo que era. El día siguiente será más difícil de vivir. Más dolor, más lagunas de memoria, recuerdos inolvidables olvidados.

Por otra parte, no me importa. Disfrutaré de la vida y también voy a tener más compasión, más perdón, y definitivamente más amor. No es para mí sino para los demás. Y ese es el secreto de una buena vida.

El otro cambio es más sutil, pero también mucho más potente; este es un viaje en el que nunca llegaré a mi destino. Cualquier día podría ser el último. Al llegar arriba o abajo, no lo sé, podre decir con orgullo: Me dieron un cuerpo nuevecito y aquí les devuelvo uno que no podrá ser reusado, ¡tírenlo de frente a la basura!


Pero está bien. Este es un nuevo juego y estoy listo a jugarlo.

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