En mis años
mozos, viví en una cantidad regular de pensiones. Dado que por
circunstancias de la vida, empecé a vivir fuera de casa desde que tenía 14
años, las pensiones resultaban ser una solución perfecta a alguien
como yo, desordenado, torpe y completamente inútil en labores
domesticas.
En la pensión me
limpiaban el cuarto, el baño, me tendían la cama e incluso en algunas
me lavaban la ropa. En las que no era así,
logre convencer a las dueñas de enviar mi ropa a la lavandería.
Solo en una tuve problemas, porque no aceptaban medias ni ropa interior.
Finalmente llegue a un acuerdo con una de las empleadas y a partir de ahí,
tuve medias limpitas y calzoncillos de un solo color.
En las pensiones suelen vivir
muchos provincianos que están estudiando, pero también muchas personas que por
una u otra razón, prefieren vivir solos. Gays, neuroticos, e intelectuales en
su mayoría. Están también los que no tienen otra alternativa. Solterones,
solitarios y algunos personajes definitivamente raros, de diferente
pelaje. Recuerdo aun a un estudiante perpetuo, que vivía en una pensión por 17 años,
y aun estaba en la Universidad. Un día le pregunte cuales eran sus planes para
el futuro y sin contestarme, me dio una mirada como si le hubiera preguntado la
solución a la cuadratura del circulo. Ahí quedo.
Otro, ya mayorcito, sin familia
conocida, me comento que solo esperaba la muerte. Tenía todo arreglado y estaba
convencido cada día que seria el último. Sorprendentemente, lo vivía como si
fuera el día siguiente. No hacia nada, no decía nada, y solo esperaba la
nada. Sin embargo, gozaba de perfecta salud.
No, si de que los hay, los hay.
Como en el 75, estaba yo en una
pensión pequeña, donde vivíamos como huéspedes estables un muchacho huancaíno y
su hermana, un escuálido personaje, hijo natural de alguien que le pagaba los
gastos de alimentación y hospedaje para acallar su conciencia, un australiano
completamente antisocial y silencioso, y siempre había una población flotante.
Además estaba el hijo de la dueña, la señora Simito, que tenía más o menos
nuestra edad. (la del huancaíno y
mía)
Un buen día, llego a la pensión una
chica americana, con recomendaciones de alguien que estuvo allí previamente y
que venia para realizar un estudio de verano en un pueblo joven. Ignoro la
naturaleza del estudio, solo se que eran varios estudiantes y ella la única que
se quedo con nosotros. La chica, Sunny, era gordita y no muy bonita, pero
era amigable, y causo cierta excitación febril en el huancaíno. No era sorpresa;
este pata se excitaba mirando dibujos animados de Minnie y Mickey Mouse.
La chapa de este muchacho era
TifiTifi. Flaco de última, nariz afilada, achinado y la cara parecía pintada
por el Greco. Cuando mi amigo Manuco le puso la chapa, no hubo discusión, solo una
carcajada en pleno, pues una vez mas, el ingenio daba una descripción exacta de
la sensación producida. El padre de TifiTifi era empresario y eso le proveía de
un buen auto y de una cuenta de gastos sumamente razonable.
El hijo de la señora Simito se llamaba
Lucho y mi amigo el escuálido era Tito, A Tito nadie le puso chapa,
porque tenia un problema de retardo mental ligero, lo suficiente para que no
nos pudiéramos burlar de el. Baste decir que era mas flaco que
TifiTifi, tenia la mirada desviada y un aire permanentemente ausente.
Así las cosas, resulto ser que
Sunny era tremendamente amigable con sus compañeros del proyecto. No con uno ni
con dos, sino con los cuatro que conocimos. Todas las tardes venia del trabajo
de campo con uno y a veces dos de sus compañeritos, subían a su habitación y
pasaban un par de horas en lo que todo el mundo asumía era recopilación de
notas y apuntes del dichos estudio.
TifiTifi fue el primero en
descubrir que los sonidos provenientes del cuarto de Sunny no correspondían necesariamente
a conversaciones o lápices escribiendo duramente sobre el papel, pues su
habitación era contigua a la de ella.
Yo me entere cuando lo encontré en
el comedor buscando copas y vasos a los que estudiaba con cuidadoso
detenimiento. No supo darme una respuesta adecuada y finalmente confeso que
estaba buscando un aditamento para pegarlo a la pared y poder
escuchar mejor lo que pasaba. Hizo varios experimentos y finalmente concluyo
que una lata de leche sin el fondo y sin la tapa era la que realizaba el mejor
trabajo.
Debo concluir que así era. Todas
las películas en que se ve a la gente con una copa escuchando en la pared han
perdido el tiempo. La lata es mejor de lejos.
Mientras TifiTifi trataba en vano
de abordar a Sunny, (labor harto difícil ya que no hablaba una puta palabra en
ingles) en mi relativamente aceptable ingles, me entere que tenia novio
(boyfriend) y que estaban muy enamorados, tanto así que la ultima semana en
Lima, su novio vendría de alguna parte de Iowa o Idaho, para pasarlo juntos.
Huelga decir que Sunny no tenía
idea que su sonoridad había trascendido las cuatro paredes de su habitación.
Con TifiTifi en estado frustrante y
febril, un día se apareció Mark, el novio.
Mark media como 1.85mt y era rubio,
rubio, ojos azul pálido y blanco como la leche. Se podían ver sus venas
(azules, claro esta) en su frente, y tenia una cara de querubín, con una
inocencia y un candor conmovedores. En resumen, se notaba a la legua que era aburridísimo
y virgen como el día en que nació.
Mark no fumaba, no tomaba, no usaba
drogas, no maldecía y en mi opinión, no se divertía. Estudiaba (que mas?) filosofía
y sonreía siempre, sin importar lo que se le preguntara. Era el ser humano más
químicamente puro que haya visto en mi vida. Algo así como un hombre destilado.
TifiTifi y el se hicieron amigos
casi de inmediato. Probablemente los hermano el compartir la misma carencia de
sexo. Yo tenia que actuar de traductor, y me quedo claro que TifiTifi quería
corromper al gringo a como diera lugar. Lo invito a comer ceviche con una
cervecita. Mark no comía picante ni alcohol.
Lo llevo al Pigalle y al Embassy,
Mark sonreía pero seguía sin tomar y sus ojos no demostraban ninguna variación
en su estado de ánimo ante los strip tease de señoras que nos doblaban la edad.
Subió a su auto a un par de trabajadoras
sociales de la Avenida Arequipa, que lo toquetearon y algo más. Los ojos y la
sonrisa seguían igual.
Hubo tantos intentos fallidos que
terminaron desarrollando más que una amistad, una afinidad opuesta. Como que se
acostumbraron a jugar este juego de intenciones encontradas, y lo tomaban
deportivamente. Creo que internamente, ambos sabían que tenían algo en común.
Finalmente, ante un TifiTifi de rodillas, Mark acepto
salir de juerga con todos y le prometió a TifiTifi que “intentaría” tomarse un
vaso de cerveza.
Y llego el gran día. Se apuntaron
para esta aventura, Lucho, Tito, Mark, TifiTifi y yo.
Fui nombrado guía de la expedición turística
por unanimidad, gesto que agradecí muy formalmente, y me propuse hacer un
itinerario en el que la oportunidad de que Mark tomara un trago estuviera
siempre presente.
Llegamos primero al Sagitario, un
barcito simpaticon en la avenida del Country, casi frente a El Dorado. Lugar
discreto y en el que podíamos hacer bulla a las 7:00 de la noche y ejercer presión,
incluso física, contra Mark. El dueño era amigo y sabia del fin de la
“expedición”. Le ofrecimos todo tipo de cocteles, subrepticiamente mezclamos su
Coca-Cola con licor. Intentamos recurrir al razonamiento, a la suplica, a la
amenaza. Todo fue inútil. El único
resultado fue que Mark decidió tomar agua de ahí en adelante.
Fuimos luego a la pena Poggi en
Barranco, donde tenía yo una especie de relación “artística” con Gino y
Ricardo, los hijos de Don Mario Poggi. Ellos tocaban guitarra y cajón y yo que
me sabía todas las letras, cantaba, pero completamente fuera de nota. Lo
importante es que alguien en el público cantara para animar la cosa.
Lo estábamos pasando en grande. Les
dije a los Poggi que no le dieran agua (ni siquiera de caño) al gringo y que
sirvieran abundante cancha, con mucha, mucha sal.
Estoicamente, mientras nosotros consumíamos
cerveza a velocidad superior al promedio, Mark ni se mojo los labios con
cerveza. Al final, nos dimos por vencidos, y nos retiramos, aceptando nuestra
derrota.
Antes de regresar a la pensión,
fuimos al San Carlos, restaurante en la cuadra cuatro de la Avenida Grau, donde
servían una parihuela, que es una sopa de pescado y mariscos levanta muertos
para poder cortar un poco la tranca que llevábamos. En calidad de bulto iba
Lucho, Tito decía cosas sin sentido, lo cual no era ninguna sorpresa, y Mark
estaba francamente feliz. Aparentemente, su autoestima había aumentado por
encima de la boca reseca y casi cuarteada.
Llegamos al San Carlos, pedimos
cinco parihuelas, y cuatro cervezas.
Aunque derrotados, seguíamos firmes en la “ley seca”. Trajeron las humeantes y
olorosas sopas, de un color naranja oscuro amenazador, limón y rocoto picadito
por separado para darle ese empujón adicional que pateaba el cerebro.
El gringo probó la parihuela, y le
encanto. Le puso un poco de limón y rocoto, y se sentía tan criollo como si
fuera de abajo el puente.
Todo iba bien hasta que en eso,
escucho un grito espantoso y veo que Mark se tira un vaso de cerveza al ojo!
Tito, que no se daba cuenta de
nada, exclama: Que mala puntería!
El gringo dio tres saltos por
encima de mesas y parroquianos para llegar al baño.
Para aquellos que no conocen el San
Carlos, que no es precisamente un Cinco estrellas, bastara decir que casi todos
los comensales están borrachos o mas, y que el baño es un cuarto de 1 metro de
ancho con una pared que llega un poco mas encima de la cintura. Es decir cuando uno orina, puede observar a
todo el mundo, y todo el mundo sabe lo que uno esta haciendo, pero
decorosamente, la parte inferior del cuerpo esta tapada por la pared.
A la entrada esta el lavatorio mas
pequeño del mundo, con un caño oxidado y la loza cuarteada, renegrida, con un
fondo blanco sucio. Hacia ahí se dirigió Mark, y creo que era el único en todo
el restaurant que no sabia que el caño no funcionaba hace mas de diez años por
lo menos!
TifiTifi y yo sabíamos que el
problema habia sido que se echo el rocoto picadito en la parihuela con la mano,
y después inconscientemente se habia frotado el ojo. Sucede con frecuencia, en
particular en personas que no comen picante regularmente.
Una vez mas, Mark decidió saltar
sobre las mesas y sillas para llegar a la barra y pedir agua. El que ha estado
en el San Carlos, sabe que hacer esto es como caminar sobre un campo minado.
Aparentemente, gente que ha estado tomado unos tragos y consume pacíficamente
una parihuelita, no entiende el dolor que puede causar un rocoto en el ojo y no
les gusta que salten por encima de ellos o que un zapato gigante pise su
sopita.
TifiTifi lo saco fuera y yo conseguí
una botella de agua para lavarle el ojo, mientras Tito y Lucho seguían tomando
su sopa tranquilamente. Hubieron hasta dos tipos que nos persiguieron como una
cuadra, paro al final la sangre no llego al rio. Poco a poco se calmo y el dolor
dio rienda suelta a las lágrimas.
Pasamos a recoger a Lucho y Tito,
que ya habian terminado y seguían sentados en la mesa esperando que alguien
pagara su cuenta.
Subimos todos nuevamente al auto y
llegamos a la pension. El gringo habia terminado de llorar y con el llanto,
habia tambien desaparecido cualquier demostración de afecto o aceptación de su
parte. Ingrato!
Dos días después, se fueron, Sunny
y el, sin despedirse ni nada.
Me pregunto que habra sido de su
vida, casi cuarenta años después…
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