Se que mis
amigos Miguel (Pocho), y Guillermo (Abuelo), se acordaran del whisky boliviano
marca “Bellows”, con el que chupábamos cuando se podía. Era caro, casi 100
soles o alrededor de 2 dólares y pico!
Si no, también
estaba el “Coñac Gran Marsella – 3 estrellas” . Este lo vendían en San
Eugenio como a 30 soles cuando el dólar estaba a 45 soles.
También estaba
el “conejito” que era un liquido lechoso. Tomaba ese color al mezclar anisado
con agua, Ojo que digo anisado, y no anís.
Porque hay una
gran diferencia. (Como de 300 soles en esa época). Es un milagro que nos hayan
quedado neuronas utilizables…
Ya se imaginan
la resaca… Y hablando de resacas;
Armando me pidió que recordara
aquella vez en Cañete cuando él, Pocho y yo, fuimos a visitar a Lauri, la
hermana de Miguel. En realidad íbamos a ver a su cuñado Lucho, medico que
opinaba que el alcohol puede curar la mayoría de las enfermedades o por lo menos
que uno se olvide que las tiene.
Bueno, el asunto fue que llegamos a
media mañana y Lucho empezó a servir pisco puro en jarrita, pero a velocidad de
cerveza. No crean que era un vasito, y salud y conversar!
Noooo, Lucho
no entraba en huevadas, a cada uno su vaso grande y atento a llenarlo apenas
bajaba el nivel aunque fuera un par de micras. Que bestia!
Esto era para
darnos la bienvenida y calentar el cuerpo mientras esperábamos que empezara una
“chuscada” en la casa del vecino. Una “chuscada” es una pelea de gallos sin
navaja y solo a ver quien pega mas fuerte, es decir, no hay muertos entre los
gallos, mas no así entre los asistentes, porque la consigna parece ser chupar
hasta morir.
Después de los
primeros topetazos, cervecitas, vinos de chacra y un pisco rose del cual 40
años después todavía recuerdo con escalofríos el olor, calculo que estuve
como una media hora mas entre Pisco y Nazca, y como siempre, fui el primero en
doblar el pico y terminar durmiendo en el muro limítrofe entre la casa del vecino
y la de Laura. Aun era de día, pero ya tardecito, como 6:30 mas o menos.
Yo siempre
tuve el gaznate amplio…
Finalmente las
almas caritativas de Laura (y alguien mas, pero no me acuerdo quien) me tiraron
a un colchón. Entre los vapores y brumas recuerdo algunos “slides”
mentales, uno de los cuales es el dolor de cabeza mas grande que haya tenido en
mi vida!
Y
eso que yo me he caído de un segundo piso, me he volteado en auto, me he
chocado de frente, y de costado, caí también a una
piscina sin agua (sobrio)... amen de otras peripecias en las cuales mi
torpeza y mi inconsciencia jugaron papeles preponderantes. La verdad, pensé que me moría.
Felizmente, me tome todos los
Darvon del botiquín y eso aminoro un poco la oleada de sufrimiento. Por
alguna misteriosa razón, me vino a la memoria nuestro compañero de colegio Roger,
quien sabe por sus “Heraldos Negros” que me los aprendí de memoria debido a que
los recitaba cada puta vez que había algún evento en el colegio. Eso y el chino
Chen con su violín…
Esa parte que
dice:
“golpes como
el odio de Dios,
como si la
resaca de todo lo sufrido
se empozara en
el alma, yo no se…”
Palabra
clave: resaca. Por lo menos puedo decir que sufrí igualito que
Cesar Vallejo esa noche.
Después de mi,
cayo Armando, y como a la media noche, cuando yo me despertaba, cayo Pocho. No
crean que es ningún merito porque la verdad es que Pocho era un artista para
amarrar trago. Como a las 3 de la mañana se despertó Armando con el
consiguiente dolor mitral. Lo malo es que ya no habían ni Mejoralitos, y para
colmo no había agua!
Mientras tanto
Don Pocho estaba tirado en el piso usando el colchón de almohada.
La casa de
Laura quedaba frente al hospital de Cañete, así que fuimos a pedirles agua: Nos
mandaron a la mierda, a lo cual respondimos educadamente con unos cuantos
jijuna gramputas y conchetumadres, como corresponde a dos borrachos que se
respeten. Finalmente descubrimos un caño en el jardín y poco falto para que nos
bañáramos en un lodazal de barro y geranios destrozados. Que delicia!
Bueno, ya mas
calmados regresamos a la casa, dimos una vuelta (en el carro de Miguel, por
supuesto) por todas las haciendas y fundos contiguos y solo la debilidad de
cuerpo impidió que llenáramos el auto con costales de algodón cosechado. Bueno
eso y que el algodón no se toma ni se come. Querido Miguel, me acabo de
dar cuenta que nunca supiste que nos habíamos robado tu carro, pero tranquilo,
que el que manejaba era Armando, que solo se choca de costado…
Nos sentamos
como quien dice a esperar el amanecer, en el cual el arcángel San Miguel se
despertaría, para verle la carita cuando le doliera la cabeza.
Nuestra
paciencia tuvo sus frutos:
Ha quedado
grabado en mi memoria el rictus dantesco de Miguelito cuando se despertó y vio
a dos cojudos delante de el cagándose de risa, mientras que a el se le caían
trozos de cráneo! Les juro que le tomo como 5 minutos salir del estado
semi-comatoso en que se encontraba y darse cuenta de lo que estaba pasando.
Eso es lo que
yo llamo un recuerdo “Mastercard”: Priceless !!!
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